Soy yo cuando soy distinto.
Ya apenas hablo conmigo
ni me encuentro de repente
pero otro adiós ya no duele,
quizá nunca haya dolido.
Ya no lloro lo que escribo
cuando la noche me vence.
El llanto y el poema perecen
quizá en el mismo latido
como el sexo y el instinto
de querernos para siempre.
Voy sin rumbo últimamente,
no encontré mejor camino
para caminar conmigo,
para encontrarme de frente
y al mismo tiempo perderme
quizá en el mismo latido,
en el caos de los sentidos
en donde nacen y mueren
los versos que me mantienen
en vida pero no vivo
en el altar del delirio,
donde la noche me vence
y el rostro se desprende
en las ruinas del olvido,
y en la gravedad del rito
mis propias sombras me ofenden
como el reflejo que prende
cuando todo da lo mismo
una vez que estás vencido.
Bajo un manto de estrellas.
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