NOCHE POÉTICA

NOCHE POÉTICA

POESÍA
La poesía es tan solo otro camino
distinto hacía la temida muerte.
La poesía es el placentero orgasmo
del corazón y sus sentimientos.
Y yo un lujurioso peregrino
que camina errante entre los versos.

R.S.V.



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domingo, 24 de junio de 2012

UN CUENTO SOBRE EL AMOR

LOS CUENTOS SIRVEN PARA DORMIR A LOS NIÑOS Y DESPERTAR A LOS ADULTOS*
Esta vez no comparto un poema, sino, un cuento: “Un cuento sobre el amor”. Pertenece a mi segundo poemario “Alaridos de un Poeta” y la idea surgió hace bastante tiempo, hacia el 2007 al recoger a un autoestopista aunque no madurara hasta el 2009-2010 en la que data la composición del poemario. “Un cuento sobre el amor” se sucede en un marco que desconoce las prisa y alteración mundana, pero en el que a pesar de esto, se sufren imposiciones que solo el sentimiento es capaz de abatir. Así, como ha de ser, en aquella tribu tan cercana, y digo cercana, que no la apreciamos, triunfó lo que hoy se está convirtiendo, si no se ha convertido ya, en un rango social, pero Zoraida y Mukhtar comprendieron lo que es el amor y amar. Espero que descifren y comprendan las metáforas del cuento que fecundo de verdades que no apreciamos en la vida y echaremos de menos en la muerte comparto. Os dejo con el cuento, que es la primera edición que se hizo de él, y espero que lo disfruten y lo compartan. *frase de Jorge Bucay que reza así en la portada de una de sus ediciones especiales: Los cuentos sirven para dormir a los niños y despertar a los adultos.
                                
                                               UN CUENTO SOBRE EL AMOR

Era un amanecer precioso, un amanecer que daba comienzo a un memorable día, el cumpleaños de Zoraida, aquel día Zoraida cumplía dieciocho años lo que en su tribu significaba la edad oportuna para concebir el matrimonio. La aldea olía a todo tipo de flores, estaban colgados todo tipo de utensilios que según decían los más sabios, atraían a la fecundidad ,la buena vida, la alegría y buena matanza para el presente año, si no ocurría nada fuera de lo normal antes del atardecer Zoraida estaría casada. Arfan, su padre y líder de la tribu, ya tenía todo preparado, había vendido la libertad de su hija por ropas y algún animal de granja, pues en aquella tribu era lo normal y tradicional que el padre eligiera con quien se debían casar sus descendientes, todo consistía en tener buen ojo para los negocios. El futuro esposo de Zoraida era el cazador con más éxito que había en la tribu, y eso era un mérito muy reconocido, un mérito que llenaba a Arfan de un orgullo propio de un líder por llevar a su hija al matrimonio con tal reconocido cazador, orgullo del que también hacía gala el padre del cazador por casar a su hijo, Asad con la hija del líder, Zoraida. Pero claro, como suele pasar en estos casos y para darle aún más sentido a la historia, Zoraida no quería casarse con Asad, era bien sabido y poco reconocido que el dueño de sus ojos era un pobre agricultor que tenía por nombre Mukhtar, y que éste, rondaba su ventana en las noches mientras que ella sigilosa salía de la cabaña en la que vivía y, los dos como sombras de un jardín en el que sólo floreciese luz y bajo la complicidad de la luna, corrían para no ser descubiertos, pero incluso en los jardines donde sólo florece luz hay malas sombras, y éstas fueron las encargadas en dar a conocer tal atrevimiento al líder Arfan, y claro, le surgió un enfado monumental y unas prisas impropias de su liderazgo que le apresuraron a forzar cuanto antes el matrimonio entre Zoraida y Asad. Zoraida no tenía posibilidad de cambiar el destino que le habían impuesto, y aún menos a estas alturas cuando faltaba poco menos de una hora para ofrecer su vida a alguien al que no quería, y que apenas conocía. Todo estaba previsto como quería su padre, pero ella fiel a su ingenio se le ocurrió algo, nada más ni nada menos que desafiar a su padre, el líder de la tribu, Arfan. Estaba completamente segura de que lo iba a negar, pero al menos había que intentarlo, y así lo hizo. Vestía el traje de novia y todos los adornos que requería la celebración del matrimonio, cuando se dirigió a los lujosos aposentos de su padre, y bajo el asombro de este le empezó a hablar: -Padre, usted ya sabe de mis encuentros con el joven agricultor Mukhtar y… -¡No!, no sigas por ese camino Zoraida- Arfan se dio la vuelta para clavar los ojos a los de Zoraida- Asad será tu marido, porque así lo han querido los dioses, así ha sido concertado. Ese chico, Asad es el único que está a tu altura y será el único hombre que dormirá en tu cama, él será el padre de tus hijos porque al menos es más hombre que Mukhtar-. - Pero padre…yo le vengo a proponer un desafío, una prueba, en la que si pierdo me someteré a su voluntad… - -¿Desafío? ¿Quién te atreves para desafiar a tu padre y líder de la tribu? - Por favor padre, escúcheme…- Zoraida ancló su mirada en la de Arfan, una mirada sumisa, dulce, y capaz de arrastrar a los hombres hasta el entendimiento, pues pocos padres se hubieran resistido a aquella mirada, y Arfan después de todo sólo era un hombre por mucho poder que mostrasen sus joyas. - Te escucho…-Arfan se sentó concentrado en sus palabras. - Pues verá padre…he ideado una prueba para ver quién de estos dos hombres es el que conviene a su hija, es decir, a mí. La prueba consistirá en llevar a Mukhtar y Asad a la montaña por separado durante un día… - Pero este es un invierno muy duro, no podrán sobrevivir- interrumpió Arfan. - Lo sé padre, por eso los dos llevarán leña para poder hacer hogueras, los dos llevarán los mismos troncos y sólo armas para defenderse de los animales pero no para cortar leña de ahí arriba. Los dos saldrán cuando amanezca junto a los hombres que llevarán los correspondientes troncos , los que lleven los troncos cuando finalice su tarea se vendrán dejándolos solos, el vencedor será el que aguante hasta el siguiente amanecer y perderá el que no aguante hasta el susodicho amanecer. Por eso padre, si Asad es tan buen cazador como se dice, estará acostumbrado a la dureza que ofrece la montaña, sin embargo Mukhtar sólo es un agricultor y no sabrá defenderse ante el frio y posiblemente muera, eso te asegurará que no tendré más encuentros con él. - Así es hija, Asad es un buen cazador y sabrá soportar el frio, pues ha soportado gélidas jornadas de caza, incluso de varios días seguidos- ( Pero claro, Arfan no contaba con que en aquellas jornadas no tenía los recursos limitados)- mientras que Mukhtar es sólo un agricultor que no está acostumbrado a semejante dureza, acepto. Aquel “acepto” iluminó la mirada de Zoraida. Arfan mandó buscar a Mukhtar y a Asad para llevarlos al centro de celebraciones de la tribu, una vez allí y ante el asombro de la tribu (pues era la primera vez que un líder de aquella tribu daba la oportunidad de elegir a su descendiente con quien se iba a casar) explicó en qué consistía la prueba ideada por Zoraida, el murmullo surgió de nuevo y entre el murmullo Zoraida corrió hasta Mukhtar para susurrarle: “ El amor es una llama”. Mukhtar la pudo mirar unos segundos antes de que se lo llevaran a la montaña. Una vez en la montaña, a cada uno de ellos le dieron los troncos correspondientes y necesarios para poder aguantar un día y una noche en aquella fría montaña, después se quedaron solos, tal y como requería la prueba. Habían llegado al anochecer sin muchas complicaciones, tenían comida, pues Zoraida también pensó en eso, sabía que si durante la prueba tendrían que cazar su propia comida, Asad contaría con especial ventaja, y eso iría en su contra. Tampoco se les acercó ningún animal con afán de devorarlos, y hasta hora el sol los había consolado con timidez del aliento frio que aquel invierno los brindaba, pero ahora llegaba lo más duro de la prueba, la noche. Ahora es cuando realmente la prueba adquiría sentido y dureza, ahora era cuando el aliento del invierno se envolvía en la piel temblorosa de nuestros valientes. Los dos empezaron a encender las sendas hogueras, pues aún no las habían encendido, pensaban que sería una ingeniosa estrategia contra sus rivales, curiosamente los dos pensaron lo mismo. Desde la ventana de la cabaña en la que vivía Zoraida, un rayo de luna partía en dos la falda de la montaña, al lado izquierdo Asad, al lado derecho Mukhtar. El frio cada vez se hacía más insoportable y el calor de la hoguera tan agradable que Asad no sentía pena alguna en echar leña a la hoguera, no sentía pereza en alimentar a aquel fuego con los troncos que le habían proporcionado, hasta que hizo una gran hoguera, tanto que se tuvo que alejar para no quemarse con las infinitas llamas que querían tocar el cielo. Había gastado todos los troncos, pero no le comían los remordimientos, pues todo era calor, incluso llegó a sobrarle alguna prenda, todo era alegría en su cuerpo y, de esa alegría surgían cánticos victoriosos y saltos sin control alrededor de aquella gigantesca hoguera, la cual soltaba un estela de humo que asfixiaban a las estrellas (o así me lo contaron ellas). El frio de la noche se posaba en la piel de Mukhtar, y claro, también permanecía a la luz de la hoguera, nadie en una noche como aquella se atrevería a negar el calor de una hoguera. Mukhtar recordó las palabras que dijo Zoraida “ el amor es una llama”, y no tardó en comprender su significado, alimentaría a la llama, a la hoguera, como si se tratase del amor. Empezó echando troncos a la hoguera pero racionalmente, comprendía que no serviría de nada echar muchos troncos a la hoguera al principio de la noche, porque de ese modo, no le alcanzarían hasta el amanecer. Mantenía una hoguera capaz de protegerle del frio insoportable de la noche, pero sin causarle demasiada calor, una hoguera capaz de mantenerle a una buena temperatura, así permanecía, pegado a ella, atento para echar los troncos según se desvaneciese la llama, una llama constante y agradable. Zoraida tenía la mirada fija en la montaña, (como toda la tribu) . Desde su ventana podía ver dos torres de humo, una al lado izquierdo y otra al lado derecho. La del lado izquierdo era una torre de humo que ascendía con fuerza que intentaba ocultar a la luna. En el lado derecho se veía una esquirla de humo que según ascendía iba desapareciendo en la oscuridad de la noche. Sonrió, porque ya intuía quien estaba en cada lado, sabía que Mukhtar había comprendido su mensaje, presentía que había ganado el desafío. La llama de Asad iba muriendo poco a poco, ya no le sobraba las prendas de las que hacía unos minutos se había despojado, ahora las buscaba por el suelo y se las ponía. La llama se desvanecía y el frio surgía de nuevo, aparentemente con más intensidad, pues todavía tenía el calor de la llama (de la que ahora sólo quedaban ascuas) en las manos, y no había pasado aún el ecuador de la noche. Se arrimó a las ascuas esparcidas, se acurrucó al lado de ellas, pero apenas le daban ya calor. Intentó soportar el frio sacando su fuerza, su resistencia, pero aquel frio era insoportable para cualquier hombre insensato. Ahora las estrellas y la luna le escupían unas ráfagas de frio que le obligaron a tener que volver junto con la tribu, a tener que abandonar el desafío. Ahora lo que más deseaba y echaba de menos era el calor de una llama. Se divisaba a lo lejos una silueta oscura al pie de la montaña, los guardias de la tribu se pusieron a alerta por si era algún espía de las tribus cercanas, era Asad, pronto lo reconocieron. Venía tan helado que no podía apenas hablar ni juntar los dedos, no hubo tiempo para explicaciones, le tuvieron que tumbar junto a una hoguera y arroparle con mantas. Zoraida ahora sí sabía que había ganado el desafío. Arfan atónito, pidió precaución, después de todo Mukhtar no había llegado aún. Los nervios de Zoraida florecían al compás del día, el sol empezaba a salir y Mukhtar no regresaba. Estaba sumergida en un mar de preocupaciones cuando unos gritos la hicieron salir a flote, Mukhtar regresaba. Traía consigo una cara de satisfacción a pesar de que no sabía si Zoraida sería su mujer, pero a pesar de todo había conseguido sobrevivir, y eso después de todo, era algo que no se esperaba. La sonrisa de Zoraida fue quien le comunicó el éxito y aquel abrazo que terminó en un apasionado beso fue quien lo corroboró. Había conseguido ganar el desafío y lo que era más importante sería el marido de Zoraida, el marido de la mujer a la que amaba y eso era si cabe aún más inesperado que su supervivencia. Arfan, desilusionado, (pues no se esperaba el triunfo de Mukhtar ni el pobre ajuar que el agricultor podía ofrecer por su hija) mandó de nuevo a preparar la ceremonia no con tanta satisfacción como la primera vez. Todo estaba ya en orden con lo cual resultó rápido. Minutos antes de la boda, Arfan desilusionado pero a la vez consolado por la valentía y sensatez del agricultor, fue a hablar con Zoraida, le intrigaba el por qué Zoraida sabía que iba a ganar Mukhtar. - Has conseguido lo que querías, debes de estar contenta. - Si padre, estoy contenta. - Dime…¿Cómo sabías que iba a ganar Mukhtar? - Yo no lo sabía padre, simplemente Mukhtar me ha enseñado que sabe amar, que entiende lo que es el amor-. Las palabras de Zoraida dejaron perplejo a Arfan. - ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver eso con la prueba? No lo entiendo… - Pues verá padre, usted ya sabe que yo tenía encuentros con Mukhtar, que estaba tan enamorado de mi como yo de él, llevábamos tiempo viéndonos y en ese tiempo me enseñó que sabe amar, sabe que en el amor no sirve dar todo al principio si según pasa el tiempo dejas de darlo, sabe que el amor es una llama, la llama que le ha mantenido vivo esta noche, la llama que le ha hecho ganar el desafío, porque a diferencia de Asad, Mukhtar fue echando troncos a la hoguera según requería su llama, según fue siendo necesario para combatir el frio, fue constante a la hora de avivar la llama, y eso es necesario en el verdadero amor, es necesario para que dure, para que arda. ¿De qué me serviría a mi tanto a calor al comienzo de la hoguera si después me muero de frio? Padre, sé que los dos me aman, yo sólo amo a uno, a Mukhtar, el amor no se elige, pues quien al amor elige al amor inflige su condena, y por supuesto- finalizó- había que intentarlo. Arfan se quedó cabizbajo meditando en soledad, pesaba demasiado la lección que acababa de aprender. “ El amor es una llama” ,“ el amor no se elige”, todo esto le rondaba en su cabeza, se preguntaba cómo podría haber estado a punto de elegir el amor de su hija si no podía elegir el suyo mismo, un amor, que después de todo ya no le pertenecía. Zoraida estaba radiante, preciosa, espectacular, cuando se dirigía al altar, allí estaba toda la tribu esperándola y entre su gente estaba Mukhtar, que la esperaba ansioso al lado de Arfan ( ya que el líder es quien casaba a las parejas). Ya debajo de aquel arco de madera forrado de flores, Mukhtar y Zoraida entrelazaron sus dedos, se miraron y conteniendo las ganas de besarse ante la atenta mirada de los invitados que aplaudían alegremente, Arfan dio comienzo a la ceremonia. En pleno ritual Arfan seguía pensando en las palabras de Zoraida, se le grabaron con fuego aquellas palabras, tenía una necesidad tremenda de contárselo al resto de la tribu, no podía seguir con aquella tradición, no podía dejar que el resto de la tribu la siguiera, entonces afloró la impulsividad en él, e interrumpió la boda bajo el asombro de toda la tribu para decir unas palabras, palabras que había estado meditando en soledad: -Hoy he aprendido algo muy valioso, algo que debo compartir con el resto de la tribu- La tribu murmuraba intrigada-¡Silencio!- Todos se callaron-…Como decía, hoy he aprendido algo muy valioso, he aprendido que el amor es una llama- Zoraida sonreía, nadie que estuviera presente lo hacía- Que al amor no se le debe de elegir, es el amor quien nos elige a nosotros, no nos debemos creer los dueños del amor, porque no lo somos, nadie debe obligar a nadie a amar, ni al prójimo ni al él mismo, ni a romper una relación…ni si quiera a evitarla si en ella habita el amor…por eso a partir de hoy queda totalmente prohibido hacerlo, sólo se casaran quienes estén enamorados mutuamente y a la edad que quieran.- La tribu estaba totalmente confusa, emocionada, satisfecha, les parecían propio de un buen líder tomar aquella decisión, pero claro, como ya dije, incluso en los jardines donde sólo florece luz hay malas sombras, y estas no estaban de acuerdo, pero al ser claramente minoría la nueva ley se llevaría a cabo- Ahora continuemos con la ceremonia- Prosiguió Arfan. Ahora la ganas de besarse se convirtieron en un beso, en una abrazo bañado por una lluvia de flores y arroz, ritual que según los más sabios atraía a la fecundidad. Y entre aquella lluvia Mukhtar se llevó a Zoraida en brazos hasta su nueva cabaña, allí serian presos del amor, de un amor que los eligió.