NOCHE POÉTICA

NOCHE POÉTICA

POESÍA
La poesía es tan solo otro camino
distinto hacía la temida muerte.
La poesía es el placentero orgasmo
del corazón y sus sentimientos.
Y yo un lujurioso peregrino
que camina errante entre los versos.

R.S.V.



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domingo, 13 de noviembre de 2016

EL CRIMEN (El Heautontimorumenos)

Ayer a media noche maté a un hombre.
Profanó mi oscuridad abisal
despellejando el reflejo carnal
que da sombra y apariencia a mi nombre.
El cual susurraba una y otra vez
con acento que arañaba lo irónico,
mi nombre fluía como un insulto armónico,
como eco destilado en la embriaguez
del miedo. Pero de un valor afónico
que no sé de donde surgió me armé,
y entonces, sin hablar pregunté:
-¿Quién eres?
Silencio.
-Responde- dije- prístina presencia,
espectro latente de la conciencia,
¿profanas mi oscuridad y ahora callas?
¡Dime tu nombre si tienes agallas,
no dejes a medias tu atrevimiento.
Acaba de una vez con mi tormento!
¿Quién eres?
-Tú.
-¿Quién se atreve a burlar de tal manera
la tempestad en mi alma desatada
que bien parece una brisa otoñal
de mueca y de sonrisa disfrazada,
allí, fuera del sudario carnal
que la mantiene triste y prisionera?
-Tú.
Me volví dando la espalda a mis ojos
impulsado por un pánico atroz,
para seguir la estela de su voz
que palpitaba tras unos matojos
devanados con visible maldad,
entre remordimientos tenebrosos.
¡Vestigios malditos de la experiencia
que se agitaban cual monstruos viscosos
en lo más profundo de la conciencia!
Hecatónquiros eran su follaje
y errantes de la Estigia más profunda
sus frutos. Entonces reuní el coraje
de mi alma desnutrida y moribunda,
reavivando su lúgubre fulgor
que iluminaba un místico camino
roído por reproches hasta el espino.
Por reproches que manaban dolor,
por reproches que amputaron mis alas,
por reproches que como réprobas calas
de lágrimas en las que el corazón
se ahoga en su propia desesperación
y en el insomnio de las largas noches,
encharcan las orillas del presente
nutriendo las miserias de la mente.
Reproches, reproches ¡siempre reproches!
Son grilletes de recuerdos hirientes
que condicionan nuestra libertad.
Son esas psicofonías estridentes
que ensordecen nuestra felicidad.
Son racimos de dudas incoherentes
que ceban nuestra viscosa ansiedad.
Y así, encadenado, sordo y cebado,
sorteando cada óbice presentado,
me posé ante la guarida infernal
que violentamente se retorcía,
como si le escociera el propio mal
que tan misteriosamente escondía
con la intención de sellar un final.
Ya fuera con su sangre o con la mía.
Pues poco me importaba, la verdad,
todo en la siniestra nocturnidad.
Y tras esta sangrienta conjetura,
dejando a lo celeste nuestra suerte
y por supuesto, sin temer la muerte,
le hablé con interrogante textura,
para así, engalanar su alma de insulto
y hacer que saliera aquel ser oculto
tras los frutos del palpitante espino,
preñados de ironía como el destino.
-Dime, ¿dónde está ahora la valentía
que minuciosamente te ha traído aquí,
armado de inoportuna osadía
que ejecutas y escondes ante mí?
Entonces aumentaron las convulsiones
en el espino fulgente y maldito
entre pestilentes respiraciones
que arrancaron en mí un terrible grito.
Son inefables aquellas visiones
luciferinas que exhalaba el rito.
Se me encogió el corazón cuando vi
salir entre aquel pestilente miasma
un reflejo translúcido de mi,
la encarnación de mi propio fantasma,
que ahora, dejando atrás su cobardía,
clavó su inquietante e infernal mirada
de color rojizo sobre la mía,
que no pudo sino desorbitada
enfrentarse a los destellos del mal
de incandescente y primario color
manifestados en el ser fantasmal.
Es este sin duda el mayor temor
que pueda sentir jamás un mortal,
enfrentarse desnudo a su interior
siendo uno mismo la herida y el puñal.
Pero no había menguado aún mi valor
ni la intención de sellar un final,
aunque oscilase entre el propio suicidio
y el más intrépido y complejo homicidio,
pues ambos traerían la tranquilidad
que aún sigo implorando en mi soledad.
No aparté de sus pupilas macabras
mi mirada ni tan solo un segundo,
cuando desenfundé nuevas palabras
que brotaron de un impulso profundo:
-¿A quién se debe furia impertinente,
inquietud de mi sangre solitaria,
la amenaza que mantienes latente
en tus respuestas de burla nefaria?
¿Acaso eres la sombra de un gualicho
que tiene como siniestro capricho
devorar mi insufrible levedad?
¿O eres el fruto de la voluptuosidad
de aquel Súcubo que por excelencia
fue fecundado por el Ángel caído?
Dime, ¿ a quién se debe tu presencia?
¿Quién es el Ser infernal que te ha traído
para hacer más amarga mi existencia?
¿Quién profanador, fue el Ser vengativo
que te engendró en mis ruinas a conciencia
sin aparente ni justo motivo?
-Tú.
-¿Qué maleficio es el que se me impone,
qué condena o castigo se supone
monosílaba burla, que merezco,
si ya no sé a qué deidad pertenezco?
Y si los renglones de la experiencia
se escriben en la frente con paciencia
degenerativa. Tinta que se adquiere
a marcha forzada según se muere.
Si todo se aprende tarde en la vida
siendo esto ya una verdad digerida
¿Crees que de verdad castigo merezco?
Si es así, ejecuta tu maleficio,
acaba de una vez con mi suplicio,
porque ya de esperanza no padezco
desde que vencí al motín de los sueños
muertos con sus desengaños y empeños.
Ancló con espectral levitación
en los océanos que esconde mi sombra.
Sentí su estentórea respiración
y todavía siento cómo me nombra.
-¡Oh, delirio! ¡Oh, verídica invención!
Fauna del bosque de la identidad,
tú ridiculizas la soledad.
A ti, ilícita reverberación,
solo te tengo a ti, en nada más creo,
porque tú eres yo y de mi has venido.
Pero hoy te acepto, te rezo y te olvido.
Y fundiéndose en lágrimas del Leteo,
terminó la noche y sus pesadillas.
Soñaré si las voces no me infligen.
Deshojaré para caer de rodillas
mi sombra volviendo al punto de origen.

martes, 1 de noviembre de 2016

EL ZAHORÍ



Tú que siempre saciaste
El impulso de la sed
¿Que haces ahora
Bebiéndote el llanto?
Tú que bebiste
De abundantes pozos
¿Que haces ahora
Bebiéndote el llanto?
Tú que te bañabas
En profundas aguas
¿Que haces ahora
Bebiéndote el llanto?
Ahora que ha bajado
La caprichosa marea
Que mecía tus sueños
Te desvela la sed.