Amada por nadie y deseada por
todos,
ese es tu papel en la noche de
los beodos.
Pobres, no saben que en el fondo
del vaso
se encontraran derretido su
fracaso.
Serás la protagonista del Plató,
pero esta noche solo te tendré
yo.
Se ilumina tu cara por la
pantalla
que grita deseos impuros, pero
calla,
después me miras con una mueca
rara.
Temo las sombras pintadas en tu
cara
y sin querer me encuentro
agitando el vaso
para ver si el camarero me hace
caso
y me sirve por sexta vez…pero
nada,
está ausente, con la cara
iluminada.
Serás la protagonista del Plató,
¿Pero esta noche solo te tendré
yo?
Amas a nadie y no deseas a
ninguno,
a ese juego ( con tu permiso) yo
me uno.
Dejemos al presente las
instrucciones
pues ya sabemos nuestras
limitaciones.
Por hacer oídos sordos cuando te
llamo
uso tus intenciones como reclamo,
quizás no es necesario, pero me
obligas,
y ahora lo único que quiero es
que me sigas,
maldita Sílfide, a donde me
arrastraste.
Dime, infernal deseo ¿ Por qué me
hablaste
hace escasas noches de sus tus
sentimientos
si hoy tan solo son bacanales
lamentos?
Por hacer oídos sordos cuando te
llamo
uso tus intenciones como reclamo
y como hipnotizada tú sola llegas
sin hacer ruido a mí, olvidas y
te entregas
al deseo que ya es fingido en
cada noche.
¡Cómo duele el amanecer del
reproche!
¡Oh! Bella mujer, eterna
insatisfecha,
eres el dulce peligro que me
acecha
entre el glaciar de la memoria y
lo oscuro,
en donde santificas tu cuerpo
impuro
sometido en la luz a otra identidad.
¿ Por qué en público muestras esa
frialdad?
¿Solo para disfrazar tus
intenciones?
¿Serás tú la que creas nuestras
confusiones?
Por el día eres escurridiza,
fría,
por la noche dices que solo eres
mía.
Supongo que es verdad, y la
excitación
es una incomprensible
contradicción:
el deseo del cuerpo y la
inquietud del alma.
¡Si aun cuando estas ausente
quiebras mi calma!
¡Oh! Maldita encarnación de la
belleza,
nunca eres mía con absoluta
certeza,
¡Pero cómo te arrastras celosa al
centro
cada vez que otra mujer viene a
mi encuentro
para decir adiós susurrando ven!
Bendito el sermón de tu mirada,
amén…
si, amenazante se podría decir.
Mira, o me matas o me dejas
morir.
Burlé mis principios, pensé en el
suicidio
colectivo, me compadezco y me
envidio,
me doy asco y me admiro, lloro
cuando rio.
muero al estar lleno y sentirme
vacío.
Y todo por poder calmar mi
inquietud.
¿No sabes que mi reclamo es tu
actitud?
Pero hoy no tengas en cuenta mis
lamentos,
sigamos disimulando pensamientos.
Hágase tu voluntad y serás mía
impura beldad, pues sé que aunque
eres fría
como el hielo que se derrite en
mi vaso,
presintiendo y agonizando el
fracaso
que constantemente tu mirada
augura,
nos fundiremos bajo la noche
oscura
que dilata al instinto sin saber nada.
Deseada por todos y por nadie
amada.
Aunque seas la gélida dama del
fuego
por excelencia, ya no entiendo tu
juego.
No sé si estamos jugando, o estás
jugando
conmigo, pero aquí sigo, agitando
mi dulce derrota enviada por
todos.
Ese es mi papel en la noche de
los beodos,
pobres, míralos en sus penas
inmersos.
Si no me das amor, dame al menos
versos.
Ya están las caras oscuras,
apagadas,
ya nadie se hace cargo de sus
miradas.
Me limito a llamar al camarero
que aunque creo que se imagina lo
que quiero,
le advierto “ponme otra copa, por
favor,
esta si puedes, con doble de
licor”.
Eres la protagonista del Plató,
pero esta noche solo te tendré
yo.