NOCHE POÉTICA

NOCHE POÉTICA

POESÍA
La poesía es tan solo otro camino
distinto hacía la temida muerte.
La poesía es el placentero orgasmo
del corazón y sus sentimientos.
Y yo un lujurioso peregrino
que camina errante entre los versos.

R.S.V.



Si desean adquirir un ejemplar de ALARIDOS DE UN POETA O DE LA INQUIETUD DE LA SANGRE, rellenen el pedido al pie de la página que corresponde al siguiente enlace:
http://www.editorial-ledoria.com/Opera-prima.124.0.html
(También disponible en tiendas y en formato E-book)

jueves, 25 de julio de 2013

PRIMERAS PÁGINAS DE LA NOVELA (AGRADEZCO VUESTRA OPINIÓN)

Esto es el primer borrador

                                           1

Como cualquier otro día salía del instituto. Era un día lluvioso de Abril empero Eduardo no tenía paraguas, miró al cielo grisáceo y como si entendiera el idioma de las nubes, éstas le dijeron que  no tenían pensado cesar, así que se vio obligado a ponerse la chaqueta como paraguas para recorrer el encharcado camino a casa. Cuando estaba frente a la puerta de su casa se quitó la chaqueta vaquera mojada, y sacó una llave que encajaba perfectamente en la cerradura de aquella puerta. De la llave colgaba un llavero (que le habían regalado para su recién cumplidos dieciocho  
años) con la alegoría de Aries, signo al que pertenecía Eduardo. Se encontraba la plateada llave a unos milímetros de la cerradura cuando la puerta fue abierta desde dentro. Según se abría la puerta deslizó la vista ante aquella varonil figura que se encontraba ante él, rápido lo conoció por su vestimenta (siempre la misma, pantalón negro de pana y una camisa  azul parcialmente desabrochada), era Alfonso Medina “el Bocanegra” un enviciado y peligroso jugador de cartas que había llegado a apostar desde propiedades propias hasta su último suspiro e incluso en alguna vez ofreció relaciones sexuales con su esposa. Aquella tarde ganó.
-¿Que pasa chaval?-  le dijo Alfonso con una sonrisa en la boca (una vez más Eduardo se acordó del origen de su apodo) que delataba claramente la derrota de su padre y quién sabe si la humillación de su madre .« Maldito cabrón»  pensó Eduardo mientras Alfonso “ el Bocanegra” se montaba en su Opel Corsa y se encendía un cigarro. No vio el coche antes porque corría cabizbajo y con la chaqueta vaquera que le restaba visibilidad. Sin dejar de maldecirle escurrió la chaqueta y entró.

Recorría el pasillo con dirección a su cuarto cuando vio lo que más desagrado le causaba. Estaba sentado cabizbajo, mirando las cartas que había esparcido al final de la partida sobre la mesa, con los brazos caídos y, como si de una prolongación de su brazo derecho se tratase, sostenía un porro recién encendido. Liberó el humo de sus pulmones recuperando su copa de casi vacía de whiskey, alzó la cabeza y fijó la vista a Eduardo . - Hola Eduardo -. Este sin decirle palabra siguió rumbo a su cuarto, dejó su escurrida chaqueta vaquera en el respaldo de una silla y la húmeda mochila al pie de la cama, salió, cerró la puerta y se dirigió al cuarto donde estaba su madre.




                                                                                                                                   1
Sigilosamente entró en el cuarto donde estaba su madre. El cuarto estaba oscuro,   pues solo entraban esquirlas de luz que se colaban por la persiana bajada, en ellas el humo de un cigarro bailaba.-¿Mamá?-. Sandra  estaba enredada por finas sábanas que cubrían su desnudo cuerpo. Al oír la voz de Eduardo, se inclinó dejando al descubierto sus pechos tímidamente visibles entre una larga melena rubia. Fijó sus ojos de color wolframio en los de Eduardo. -Hola Edu-. Apagó el cigarro en un cenicero que descansaba en la mesa de noche y se cubrió con la sábana de tal forma que le tapasen los pechos. Eduardo no quiso encender la luz pero sí cerró la puerta y se sentó en un extremo la cama. -Hola mamá, ¿qué haces aquí?

En el salón una silla fue arrastrada, produciendo un sonido que enmudeció a Sandra y a Eduardo. Daniel, se había levantado de la silla dirigiéndose a un paso colérico por el pasillo hasta el cuarto de Eduardo, una vez allí abrió la puerta y pronto comprendió que no había nadie en la angosta habitación, cerró la puerta de un portazo, Eduardo al oír el ruido digno de ser temido se puso en pie y, ahora sí encendió la luz. Daniel  ahora si dio con la puerta acertada, tras abrirla se encontró a Eduardo que yacía de pie frente a él, sin pensárselo dos veces se lanzó a Eduardo empujándolo hacia la pared, tras el brutal impacto alzó su brazo para oprimir el cuello de Eduardo y por lo tanto su respiración. - ¡ te he dicho mil veces que  contestes cuando te salude!-La cara de Eduardo se iba apropiando de un color rojizo mientras que tartamudeando logró decir algo – pe...per...perdóname...por...fa...por favor...- Sandra se enfundó con las sábanas y se levantó de la cama con el único objetivo de quitar aquellas garras de su presa, pero fue inútil, Daniel sin soltar su poderosa mano sobre el cilíndrico cuello le arrastró de nuevo al colchón, Sandra se notó impotente y lo único que pudo hacer fue llorar y suplicar a Daniel que lo soltara - ¡ Por favor suéltalo!- Daniel la miró con sus ojos saltones dando una corta tregua a los ojos de Eduardo. - ¡ y tú vístete...que pareces una puta!- Sumisa a sus temidas órdenes se vistió parcialmente. Volviendo la mirada a aquellos ojos asustados prosiguió su violento sermón - ¿Que te perdone? ...no te lo mereces. ¡No eres nadie para despreciarme,  te crees algo y no eres nada!-. Eduardo se contuvo para no decir que lo odiaba, porque sabía que de haberlo dicho la cosa se hubiese puesto bastante más fea, y de hecho su silencio consiguió que lo soltara. El hombre de barba negra que acudía por el nombre de Daniel, se deshizo de su presa empujándole finalmente contra la cómoda color caoba, tirando todos los utensilios que en ella había cual bola todos sus bolos.




                                                                                                                                    2

Daniel volvió a mirar al colchón - ¡¿hoy no comemos?!-.Sandra se completó la vestimenta y se metió en la cocina para hacer la comida. En la comida no hubo voces, ni tan solo una palabra, solo el murmullo de la televisión quebraba el silencio. Ya después de comer  y en un inquietante silencio, Daniel buscó las llaves de la furgoneta, una C 15 blanca que desde lejos se veía que pedía una mano de pintura e incluso un par de ruedas traseras nuevas. Finalmente las encontró, pero no sin antes tirar lo que él creía que le estorbaba para encontrarlas. Los comensales restantes no se movieron de sus sendas sillas y, aunque se morían de ganas de gritar y suplicar que no tirase nada más, contuvieron aquel inquietante silencio sellado en sus sendas bocas, ahora solo el ruido de los jarrones al romperse se atrevía a nacer en el silencio y este  sobresaltaba en la silla a los atemorizados comensales, un portazo dio comienzo a un (ahora si) absoluto silencio. Daniel, aquel hombre de poblada barba negra había salido con las llaves en mano, se había metido en la vieja furgoneta y, acelerando fuerte recorrió rápidamente la calle dejando tras de sí una estela de humo blanco para luego torcer hacia la izquierda « tengo que ver a Malena ».

 Sandra se levantó de la silla para recoger las consecuencias de una furia incontrolada. - Espera mamá...que te ayudo...- Eduardo se arrodilló a su lado y empezó a coger los esparcidos restos de los jarrones e incluso de alguna figura de porcelana que adornaban el mueble de la televisión. -No, Edu, tienes que ir a trabajar y se te va a hacer tarde-. Eduardo miró su reloj y este le indicaba que aún le quedaba casi una hora para entrar en el trabajo. Por las tardes trabajaba en una fábrica situada a las afueras del pueblo, era una fábrica donde se trabajaba con textil, y en donde el trabajo de Eduardo consistía en empaquetar en ( a veces pesadas) cajas las prendas que pedían clientes o tiendas de distintos puntos del país.- Me da tiempo mamá, anda deja que te ayude...-. Sandra cedió ante su insistencia. Una vez recogidos todos los restos (o al menos los visibles), Eduardo se enfundó en su mono de trabajo, se colocó una chaqueta algo más vieja que la vaquera y, por ultimo cogió un pequeño paraguas negro que colgaba detrás de la puerta de su cuarto, después se dirigió a la cocina para despedirse de Sandra – me voy mamá, hasta luego... -Sandra le despidió con un maternal beso en su mejilla- vale Edu, hasta luego -.Eduardo había heredado de su madre la forma despedirse, siempre decía: “ hasta luego, hasta mañana, nos vemos...”pero nunca decía “adiós”, sólo a las personas que no le agradaba y por lo tanto no deseaba ver. Le parecía que un “adiós”  siempre era una despedida definitiva.



                                                                                                                3

Intentaba desplegar su paraguas negro, pero se dio cuenta de que sería en vano pues lucía un espléndido sol que le deslumbró durante unos segundos. Poco después de que Eduardo llegara a su casa, las nubes que ocultaban el sol y bombardeaban al pueblo con gotas de agua habían desaparecido, dejando así, una hermosa y primaveral tarde de paseo. « No me hace falta el paraguas, pero me lo llevaré quien sabe si lloverá después » Sumergido en sus pensamientos eligió el camino más corto para llegar a su trabajo y lo recorrió                                                                                                                      
































                                                                                                                4


                                           2

Sobrepasaba el límite de velocidad, era consciente de ello pero le daba igual, pisaba el acelerador de la vieja furgoneta a todo lo que podía,« tengo que ver a Malena». Conducía en solitario por aquella carretera secundaria, la cual en ocasiones se le hacía más estrecha según iba devorando kilómetros y quemando gasolina. No era la primera vez que conducía por aquella carretera, ni que lo hacía a tanta velocidad, siempre que conducía por aquella carretea plagada de parches negros de alquitrán, y con alto riesgo de que se cruzarán perros abandonados por los cazadores de la zona al creerlos inservibles para la caza,( y aun así se debían sentir afortunados por no ser ahorcados en una oliva) era para ver a Malena, una preciosa rumana.

Se desvió por la vía de servicio y, dejando atrás la gasolinera volvió a desviarse hacia la derecha, recorrió unos pocos cientos de metros más y se topó con lo que parecía un viejo bar de carretera, de él colgaba un letrero de un color que imitaba al blanco y con letras rojas que daban nombre al local, “ La Sirena”. El gastado motor de la vieja furgoneta dejó de ronronear en un parking escoltada por algunos vehículos más. Caminó unos pasos hacia el edificio, el único que había sin nombrar la gasolinera. Era un edificio de dos plantas vestidas de un color morado que parecía nacer de un zócalo de  pizarra, en la planta de arriba se veían cuatro ventanas, todas ellas tenían las persianas bajadas excepto la que daba a la esquina derecha del edificio, la habitación de Malena. En la planta de abajo un letrero pintado con letras amarillentas que decían “club”, custodiaban  una puerta negra, la misma que abrió Daniel para entrar en “La Sirena”. Una vez dentro del edificio, Daniel se deslizó hacia la barra del local, era de color rojizo de ella surgía una luz negra que en determinadas ocasiones producía tenebrosas sombras en los rostros. Detrás de la barra una mujer morena de pechos protuberantes  se acercaba a Daniel.
-Hola Daniel...¿ lo de siempre?- dijo la mujer morena mientras se apoyaba en la barra dejando ver sus enormes pechos moldeados por la silicona entre el escote del apretado vestido blanco.
                                                                                                               



                                                                                                                 5

-Hola Claudia.., sí, lo de siempre. ¿Donde está Malena?- Daniel observaba a su alrededor y aunque veía diferentes chicas no veía a Malena.
Claudia se posaba el extenso y moreno pelo encima de sus hombros y recogiendo los vasos vacíos de los clientes que se habían marchado, volvió a clavar los ojos en los de Daniel.-No sé qué es lo que has visto en esa chica...-. Claudia se dio media vuelta para buscar el  whiskey que bebía Daniel, una vez divisado se agachó a por un vaso de tubo, le echó dos hielos y los ahogó con el susodicho whiskey, esto se repetiría varias veces hasta que apareciera Malena.

-No me has contestado...¿donde está Malena?- Daniel insistía en saber el paradero de Malena.
-Aún no ha venido pero debe de estar a punto de venir, dime, que has visto en esa chica...-Claudia trataba de esclarecer los rumores que habitaban entre las paredes  de La Sirena, se murmuraba que Daniel se había enamorado de Malena como un adolescente.
-Escúchame Claudia, ¿o debería decir señora Medina?- Daniel hablaba ahora con sarcasmo – a ti no te debe de importar lo que he visto yo en esa chica...te debería importar más lo que hace tu marido por ahí...-  Ahora era una de esas ocasiones en la que la luz negra de debajo de la barra producía tenebrosas sombras en los rostros, en esta ocasión en el de Daniel.
-Lo primero Alfonso Medina, no es mi marido, tan solo soy la madre de su hijo, y lo segundo, lo que hagas con Malena claro que me importa, porque mientras trabaje en este local Malena es mía.-   A Claudia le pareció oportuno dejar las cosas claras y anotar su autoridad hacia las chicas de La Sirena.
-El malnacido se ha acostado con mi mujer esta mañana, como si fuera una puta ¡acaso no tiene aquí bastantes!- Las pocas chicas que habitaban el local interrumpieron su conversación para ver el origen de aquel grito, no menos hicieron los que estaban sentados en la barra al pie de la tenue luz negra.
-¡El primero que trata de puta a tu mujer eres tú!- Claudia al notar que la conversación iba subiendo de tono inconscientemente, se alejó con la excusa de seguir limpiando la barra.




                                                                                                                6



                                      3

Claudia era una ingenua muchacha nacida en el seno de una humilde familia natal del mismo pueblo donde descansaban los cimientos de La Sirena. Por estas fechas hace alrededor de veinte años empezó a salir con Alfonso Medina, “ el Bocanegra ”, pero en realidad se conocían desde que aprendieron a contar con los dedos. Estudiaron toda su vida en el mismo colegio, en el único del pueblo. Claudia siempre  había confesado estar enamorada de Alfonso Medina “ el Bocanegra” y él no dejaba nunca de mostrarle cierta predilección ante las demás chicas ya fuese por su belleza o por que la consideraba fácil de poseer y utilizar. A Claudia le atraía el morbo que le producía el hecho de que Alfonso Medina fuera un rebelde de carácter díscolo, y temido por los demás chicos de su edad tanto fuera como dentro del las verjas del colegio. Iban creciendo a la par de la experiencia y aunque a Claudia no le dejó de gustar Alfonso Medina en ningún momento, se empezaba ya a cansar de aquella actitud reacia a la madurez. Claudia empezaba a aprender el arte de maquillarse bien y a vestir de forma provocativa, lo cual alimentó la cierta predilección de Alfonso Medina por ella convirtiéndolo así en una obsesión para él. Claudia siempre había sido delgada, no tenía mucho pecho ( hasta que Alfonso medina le pagó la operación para aumentárselo) y no era precisamente de las más guapas del pueblo, pero aquellos vestidos ajustados y los colores artificiales se encargaban de hacerla deseada y guapa, esto le hacían ascender en el ranking de las chicas más populares del pueblo. Hasta que llegó a las manos de Alfonso Medina paso por otras tantas bocas, todas ellas pocos años antes le piropeaban insultos obscenos cuando no mencionaban malamente a su madre. Un soleado día Alfonso Medina por fin le confesó su atracción por ella, y la invitó a subir a su Rieju de marchas, ella sin dudar subió a la moto plagada de pegatinas y se sujetó fuerte a la cintura de Alfonso Medina. No disponían de casco
así que todo el viento les impregnaba la cara de un frescor que llenaban sus pulmones, un viento, que producía a su vez lágrimas en los ojos de la joven pareja y hacía ondear su moreno pelo cual bandera del pecado. En aquel atardecer hicieron el amor.





                                                                                                                 7


A partir de aquel atardecer, los encuentros de la joven pareja se hicieron casi diarios  y Claudia se empezó a sentir aún más enamorada de Alfonso Medina. En todas aquella citas Alfonso Medina no buscaba ni ofrecía amor, para él tan solo era gozo carnal que después predicaba entre los amigos con todo lujo de detalles ya fueran ciertos o inventados por él. Ya pasados tres meses desde la primera cita, Alfonso Medina había conocido a otras chicas que para él, le hacían el mismo servicio que le ofrecía Claudia, sexo. Alfonso Medina sabía que con Claudia no tenía problemas para tener relaciones sexuales, pero a su vez sentía que después de tres meses la relación ( amorosa para Claudia y sexual para Alfonso ) se iba estabilizando, lo cual le producía cierto temor a Alfonso Medina de embarcarse en una relación duradera por lo que decidió dejar a Claudia y partir en busca de nuevas faldas que alimentaran su satisfacción carnal. A Claudia le produjo un infinito dolor que intentó calmar con  otras bocas, pero no era capaz de olvidar, se iba dando cuenta de que el olvido es un acto involuntario que no siempre consigue el corazón, «ni siquiera con otras bocas  » se decía ella.

Después de uno de los veranos más calurosos que se recordaba, empezó de nuevo el curso y de nuevo volverían  a las clases. Durante los primeros meses la vuelta a las clases para Claudia sería un infierno, allí Alfonso Medina lucía su amor por los pasillos como una modelo orgullosa por desfilar con las telas del mejor diseñador. A pesar del dolor que sentía Claudia por dentro, lo intentaba ocultar cogida de la mano de algún chico, y pronto dedujo que cogiendo un buen cebo aquello sería un anzuelo
con el que podría volver a recuperar a Alfonso Medina, y así lo hizo. Unos días más tarde inició su plan que consistía en seducir a algún amigo suyo (si pudiera ser el más intimo mejor) para así poder darle celos a su presa, Alfonso Medina. No le costó mucho seducir al que hasta entonces era el mejor amigo de Alfonso, Daniel (el que unos años después sería padre de Eduardo), que ya fuese por su apariencia o por su timidez, nunca había estado con ninguna chica hasta entonces. Un buen día Claudia le dijo que le amaba, que le deseaba, que era dueño de sus sueños lo que hizo que Daniel se derritiera allí mismo y aceptara su falsa declaración de amor. Claudia no esperó ni un solo día para lucir a su nueva pareja por los pasillos, por las aulas y delante de las narices de Alfonso. Daniel sabía que cuando aceptó la declaración no estaba enamorado de Claudia, pero ésta se iba apropiando de él a base de elogios, y ya lo dijo Milan Kundera, ¡ que indefenso está el hombre ante los elogios!


                                                                                                                  8

Pocos días antes de las vacaciones de navidad, Alfonso admitía en su interior que estaba celoso (y a su vez cabreado con Daniel) pero también sabía que no estaba enamorado de ella, o al menos no lo reconocía, bueno, no siempre. Al fin de la última clase del curso escolar, Alfonso cogió a Claudia del brazo y se la llevó al rincón más apartado del patio, allí le tomó su mano y jugando con sus dedos por fin se atrevió a hablar:

-perdóname Claudia, he sido un tonto yo... yo... te quiero Claudia-. Los ojos de Alfonso no se atrevían a mirar a los de Claudia pero su boca fue más lanzada y besó su temblorosa mano.  
 -yo... también te quiero Alfonso, nunca dejé de hacerlo...pero me abandonaste...- Claudia buscaba su mirada pero no la encontraba.
-Perdóname...¿me podrás perdonar?- Alfonso creía que si no le perdonaba se desplomaría allí mismo.
 -Si- Claudia contenía las ganas de saltar sobre él.
 -Dime Claudia, que tengo que hacer para que me perdones y lo haré-. La boca de Alfonso se volvió a lanzar hacia la mano de Claudia.
 -Lo que tienes que hacer lo estás haciendo Alfonso, me has perdido perdón y te has dado cuenta de que yo te quiero como ninguna otra...¿dime por qué me abandonaste?
-Sí, lo sé... sé que me quieres y sé que te quiero, pero me empezaron a contar cosas de ti que no me gustaban y temía que me hicieses daño...-Alfonso metía.
-¿ Quiénes y que te decían?- Ahora la voz de Claudia había pasado a un tono más duro.
 -Déjalo así...lo importante es que te quiero y tú me quieres y que volveremos a estar juntos.

La reconciliación terminó con un beso y como si se hubiera puesto de acuerdo con el viento, un remolino de polvo bailaba al ritmo de sus corazones celebrando la reconciliación de la joven pareja.

Ahora le tocaba lo más difícil, romper con Daniel. Se lo diría aquel mismo día y de la mejor manera para que Daniel no sufriera, pero sufrió. A Daniel aquello le produjo una cicatriz que le duraría por mucho tiempo, era su primer amor y su primera relación, incluso aquel fracaso amoroso le acompañaría en un futuro en forma de obsesivos celos y un aparentemente inofensivo odio hacia las mujeres que al cabo de un tiempo dejaría de ser inofensivo.



                                                                                                                 9
                                                                                                                Mientras Daniel sufría, la joven pareja nuevamente formada a causa de su dolor, saboreaban cada segundo de aquel verano entre largos paseos, románticas sesiones de cine, estrelladas noches en las que el sexo era su mejor idioma… etc. El verano se acabó pero ni Daniel, ni Alfonso ni su amada empezaron un nuevo curso, ninguno de los tres eran buenos estudiantes y debían de pasarse al mundo laboral. Daniel consiguió un empleo como repartidor de toda clase de bollería, Claudia tampoco tardó en conseguir el suyo, pues enseguida encontró una vacante tras la barra del bar que regentaban sus tíos; Alfonso sin embargo no encontró ningún empleo, pero tampoco se esforzó en buscarlo, no resistía el ser mandado por nadie, ni por sus padres, ni sus hermanos mayores y por supuesto tampoco lo haría por algún encargado que se la mamase a su jefe cuando a éste se le cayera un folio bajo el escritorio, por eso encontró una forma en la que pudiese ganar dinero sin ser mandado y por supuesto sin trabajar, la droga, si, ese sería un buen negocio para alguien con agallas y con talento para los negocios. Pronto encontró a adictos a los que pasar la mercancía que adquiría en la ciudad convenciéndolos de su buena calidad y su bajo coste (calidad y precio que reducía y aumentaba respectivamente según crecía la demanda). Como la avaricia es una llama que alimentamos gustosamente, se decidió por echarla más leña enganchando a nuevos adictos que despertaban desde su grupo de amigos hasta la ciudad, pasando por el barrio y el pueblo, no distinguía entre prometedores delincuentes y adolecentes de familias adineradas que prosperaban hacia un buen futuro, pero claro, tanta era la leña que echó en la llama de la avaricia  que la familia de Alfonso pronto descubrió el calor y la luminosidad que prendía en una vieja caja escondida en el garaje, en ella encontraron alrededor de cuatro gramos de cocaína y varios más de marihuana. Cuando Julián Medina encontró aquello no tardó en intentar apartarle de las drogas con mano dura, a pesar de que sabía que su hijo menor algún día coquetearía con drogas nunca sospecho que lo hiciera a tan temprana edad ni con aquella cantidad, ni mucho menos que fuese el mayor camello del pueblo. Alfonsina, al igual que Julián intentó apartarle de las drogas pero ésta con amor maternal, con palabras, con súplicas pero nada, Alfonso lucía una vez más su rechazo hacia sus padres y hacia sus hermanos que eran tan distintos a él. Julián se encargó en esparcir toda la droga por el campo produciendo una furia incontrolada sobre Alfonso a pesar de que aquello sólo era una parte de su fortuna psicotrópica, tal furia le empujó a abandonar el hogar familiar no sin antes agredir a Julián. 


                                                                                                                 10

Al primer destino que acudió con su Rieju fue la casa de su recién reconciliado amigo Daniel, el cual curiosamente encontró la salida de su amoroso dolor entre las drogas que le aportaba Alfonso, y como un especial agradecimiento este guardaba otra pequeña cantidad de la fortuna de Alfonso. Daniel, como mucha gente del entorno de Alfonso, se convertían en marionetas del “bocanegra”, pues con los que tenía algo más de confianza no sólo los adentraba en el mundo de la droga sino que repartía pequeñas cantidades para que estos se las guardasen porque así en caso de que le descubrieran la desgracia sería menor, todo ello lo conseguía mediante una oratoria poderosamente convincente. 

El timbre parpadeaba al ritmo del agitado corazón de Alfonso y  de los rápidos pasos de Daniel para abrir la puerta cuanto antes:
-Dime Alfonso, ¿quieres lo tuyo?
-Ahora no, sólo vengo a asegurarme de que todo está bien…lo mío…ya sabes…
-Sí, sí, todo…todo está bien.
-Óyeme bien, si te llama alguien, por ejemplo mis padres o mis hermanos, tú no sabes nada de mí, ¿entendido? ¡ Nada! Mañana o pasado te volveré a llamar, quiero que traigas lo mío a la dirección que te dé. ¿Entendido? ¡¿Entendido?!
-Sí, pero por favor suéltame la camisa- Alfonso sin darse cuenta y como fruto de aquella furia de sombra alargada tenía a Daniel cogido por el cuello de la camisa, pero al oír la súplica le soltó con una mirada de desprecio.

Aquella misma tarde Alfonso encontró un piso en alquiler, pensó en irse del pueblo pero recordó en todo lo que dejaría aquí, a esas personas que husmeaban sus pies en cada paso por si le cayese al suelo un suspiro de cocaína y poder lamerlo cual perro hambriento, a esos súbitos que le guardaban cada uno una pequeña parte de la droga que viajaba desde la ciudad hasta el pueblo en su Rieju y, por supuesto, a Claudia. Tampoco el precio le pareció caro, unas 45.000 pesetas de aquella época que podría pagar fácilmente con la droga y algo que le alejaba de preocupaciones era que estaba perfectamente amueblado « éste será mi hogar, mi puto hogar, ahora sólo necesito a Claudia».

Ya estaba anocheciendo cuando la Rieju plagada de pegatinas dejó de rugir ante la puerta de la casa en la que vivía Claudia. No le dio tiempo a Alfonso



                                                                                                                 11

llamar al timbre cuando la puerta se abrió:
-Hola Claudia ¿Cómo sabías que venía?
- Es fácil, tu moto se oye a kilómetros…
-Sí, es verdad, debería arreglar ese pequeño asunto del tubo de escape…- Claudia se abalanzó sobre él con un abrazo que terminaría en beso. 

Algo llamó la atención a Alfonso en el piso superior de la casa, una cortina se movía como si la invitase a bailar una corriente de aire, pero enseguida encontró el origen de tal danza, media cara que se asomaba curiosa entre las faldas de la bailarina y que pronto identificó, era la tía de Claudia, Rocío.
-¿Estás sola?
-No, ¡ Ojalá! Si estuviese sola ya te hubiese invitado a pasar, pero están mis tíos- Claudia vivía con sus tíos desde los cuatro años, edad que tenía cuando perdió a sus padres y a sus abuelos maternos en un accidente de tráfico.- Y creo que ya sabes lo que opinan de ti, pero bueno, tienes razón sólo importa lo que yo piense de ti.
-Sí, Claudia, si te quiero y tú me quieres ¿Qué nos importa lo que piensen los demás?¿ Sabes? A veces pienso lo bonito que sería tener un lugar para nosotros dos, tú y yo, juntos, sin nadie más…¿ Te imaginas?
- ¡Oh! Si, cada noche lo pienso en mi cama, poder dormir junto a ti, abrazada a tu pecho, acariciando tu pelo…
-¿Te gustaría de verdad?- La cortó en seco Alfonso.
-Sí.
-Entonces ven, tengo algo que enseñarte- Alfonso sin perder tiempo arrancó su Rieju- Venga sube atrás.
-Pero debo avisar a mis tíos, no me puedo ir sin decirles nada.
-No hace falta, te está mirando tu tía desde la ventana, lleva haciéndolo desde que has salido por la puerta- Claudia se despidió de su tía subida ya en la Rieju y cuando la bailarina cesó su baile bruscamente la vieja moto inició el camino hacia el piso alquilado por Alfonso.

Ya había anochecido del todo en las venas asfaltadas del pueblo que tronaban al paso de la Rieju hasta que ésta se detuvo frente a la panadería:
-Ya hemos llegado.
-¿Aquí? ¡Alfonso, la panadería está cerrada!
-No venimos a la panadería- Alfonso señaló el piso superior- sino ahí arriba.



                                                                                                                 12

Claudia no entendía nada y eso era algo que Alfonso se propuso, al menos hasta que estuviesen en su nuevo hogar, una vez allí le contaría todo (a su manera). Para mantener el aire de misterio Alfonso le tapó los ojos con un pañuelo “es una sorpresa”.

-Bienvenida a nuestro nuevo hogar, ya puedes abrir los ojos.
-¿Hogar...?¿nuestro…? ¿Pe…pe…pero como has conseguido esto?
-Bueno digamos que he tenido una disputa en mi casa y yo tenía un dinero guardado de… bueno…ya sabes…
-Bueno lo del dinero me lo imagino si no ¿de dónde ibas a sacar tú el dinero?- Claudia abría y cerraba todas las puerta de cada habitación cotilleando y apreciando todos los muebles que se encontraba en su camino- ¿pero lo de la disputa ha sido por la droga, verdad? ¿te han descubierto?
-No, no ha sido por las drogas, ellas no han tenido nada que ver con la pelea, ha sido por mis padres, sobre todo mi padre, no soporta que no siga estudiando, siempre me compara con mis hermanos porque ellos siguieron estudiando y tienen buenos oficios, todos los días me echa en cara que no aporto un jornal como ellos en casa y yo le digo que busco trabajo pero nunca encuentro nada y él me insulta, me insulta todo el día -mentía- y yo… y yo no aguantaba más Claudia- Ahora Alfonso exprimía una lágrima que se deslizaba por su mejilla- he tenido que huir, no sabía adónde, no he podido coger mis cosas, solo dinero y poco más en esa mochila- dijo señalando la mochila destripada en el sillón cama- estaba perdido hasta que un vecino que ha oído todo me ha recomendado este piso, me dijo que es de un amigo suyo y que no tendría problemas, juntos vinimos hasta aquí, después llamó al dueño y fijamos el precio, le he pagado la mitad y la otra mitad se la daré mañana cuanto traiga el contrato para firmarle- Con cada palabra que interpretaba del guión de víctima se iba dando cuenta de que se sentía extrañamente cómodo- Ahora Claudia, estoy asustado- Dijo sentándose junto a la destripada mochila.

Claudia sintiendo compasión se sentó junto a él y le abrazó –tranquilo, puedes contar conmigo para lo que quieras-Alfonso sabía que Claudia era débil ante la compasión, de ahí que inventara aquel guión capaz de tocarle el corazón a alguien mínimamente sensible- ¿y eso de la pelea, te ha pegado?-
Alfonso se enroscó en el abrazo y se limitó a decir- sí, me ha pegado y fue cuando no tuve más remedio que huir.- Volvía a mentir.


                                                                                                                 13

Pasaron mucho rato fundidos en aquel abrazo que parecía prologarse de tal manera, que no era de extrañar que antes o después llamase a las puertas de la eternidad para formar parte de la constelación de los deseos hasta que por fin Claudia interrumpió somnolienta el abrazo:
-Me debo ir, se ha hecho demasiado tarde- Dijo despegándose de Alfonso tras un beso.

Alfonso que también tenía el sueño adherido en los ojos la tomó bruscamente del brazo – espera, espera solo un segundo- Claudia quedó paralizada, inmóvil a pesar del dolor que le producía la presión del velludo y musculoso brazo- Alfonso, me estás haciendo daño- entonces el brazo dejó de ejercer aquella autoritaria presión- perdona cariño, voy un momento al lavabo a mojarme la cara, ahora salgo- Se encerró en el cuarto de baño y se sacó del bolsillo trasero una bolsita blanca que no contenía más de medio gramo de polvos blancos, cocaína, esparció casi todo su contenido en la tapa del retrete y con su documento de identidad deshizo la piedra de la exaltación para hacer un camino blanco que después recorrería a lomos de un billete de mil pesetas, un camino que diluyó el sueño para convertirlo en un suspiro. Encendió el grifo para que el silencio no le delatase aunque sabía que Claudia conocía ya su adicción a las drogas, pero esta vez quería aparentar la seriedad y debilidad suficiente para convencerla de que se quedara, y para ello sabía que sólo necesitaba algo más de tiempo y una actitud deprimida que fuese a la vez convincente y manipuladora. Sabía que el efecto de la cocaína no le ayudaría en aquel momento a conseguir esa fragilidad pero también sabía que era buen actor y sabía mentir. Se miró al espejo para limpiarse los restos blancos adheridos a su nariz, paso el dedo índice por la tapa del retrete para después llevárselo a la boca, cerró el grifo y salió.

Claudia se dirigía a la puerta – me voy Alfonso, buenas noches, mañana después del trabajo me pasaré a verte, sabes que tienes mi apoyo para lo que necesites- Alfonso que se interpuso entre la puerta y Claudia la miró con sus ojos dilatados
-Espera, no te puedes ir.
-Me están esperando mis tíos, ya es tarde, deben de estar preocupados.- Dijo intentado esquivarlo para aferrarse al picaporte de la puerta.
-Hace un rato, en la puerta de la casa de tus tíos, has dicho que te gustaría tener un sitio para nosotros dos, sólo para nosotros, que soñabas con dormir 



                                                                                                                  14

junto a mí, aferrada a mi pecho, acariciando mi pelo, ¿ya no lo recuerdas? Y aquí lo tienes, puedes hacerlo realidad y te quieres ir, no lo entiendo
-Si yo quiero quedarme, pero no puedo Alfonso, mis tíos deben estar muy preocupados pues ni siquiera los he avisado- Dijo Claudia quebrando en seco el sollozo de Alfonso que pareció no oír nada.
-Sí, ya sé lo que te pasa, ya no me amas ¿verdad? Todo eso que decías en la puerta de tus tíos era mentira- Sabía perfectamente que Claudia lo amaba con todas sus fuerzas, sabía que no le mintió con aquellas palabras que florecían entre brotes de amor, pero también sabía que el chantaje emocional es un buen comienzo para manipular a las personas- hace apenas un minuto has dicho que tengo todo tu apoyo para lo que necesite.
-Sí, yo te amo y tienes todo mi apoyo, pero yo…
-Es muy fácil decir “tienes todo mi apoyo” pero cuando lo necesito te vas- Interrumpió Alfonso- es muy fácil decir “te amo” pero te cuesta demostrarlo
-Buenas noches- Claudia ya tenía el picaporte girado y de no ser por el pie de Alfonso que frenaba el giro de la puerta, Claudia ya se habría ido.
-Si…si sales por… por esa puerta no me vol..volverás a ver en tu vida- dijo empezando a tartamudear por el efecto de la cocaína- me sien..siento tan solo…- el muelle del picaporte volvía a su estado natural- sólo te te…tengo a ti y si tú…tú te vas…- Alfonso rompió a llorar y no sin asombro, pues no sabía si aquello formaba parte del guión o de la realidad. Claudia, de nuevo  conmovida por las lágrimas le abrazó.
-perdóname cariño…pero mis tíos…
-¿Tus tíos?¡Eres ma…mayor de edad, deja de comportarte co…como una cría, haz por una vez lo que quieres en tu vida sin esperar la aprobación de tus jodidos tíos!- Alfonso seguía con su tartamudeo que lo delataría si no fuese por el sollozo, pues parecía que provenía de él.- quédate, a…aunque sólo sea por esta noche- « De momento» pensó.

Otro pensamiento le vino a su manipuladora mente «no hay chantaje más eficaz que el que une lo emocional y lo carnal» y no dudó en llevarlo a la práctica.

Envuelto en aquel conmovedor abrazo posó sus labios en los de Claudia y esta le respondió entrelazando sus lenguas en un acuoso silencio. Las lágrimas de Alfonso se habían evaporado antes de que su boca se separase de la de Claudia para iniciar un ascendente camino por el cuello de esta, que apartando su morena melena recorrió hasta llegar a la oreja, continuó


                                                                                                                 15

besándola y rociándola de caliente saliva sin cesar salvo para susurrarle en ella – te amo- Claudia no contestó con palabras, se limitó a besarle de nuevo en la boca, mordisqueándole delicadamente el labio inferior, así, de aquella forma, dio voz carnal a aquella provocadora y excitante mirada que hizo efecto en la piel de Alfonso, que descontrolado por la pasión ( y por los influjos de la cocaína) arrastró a Claudia hacia la puerta apretando  fuertemente sus prietas, firmes y preciosas nalgas, contra su cuerpo, de tal forma que entre los dos no podía pasar una brizna de aire. Claudia sintió un exagerado bulto en la entrepierna de Alfonso que le oprimía incesantemente la suya en un vaivén que le agitó la respiración y le produjo una sequedad en la boca, al contrario le pasaba a su sexo que se humedecía e hinchaba con cada roce de aquel bulto que se alzaba en los pantalones de Alfonso. Tan sólo se separaron un instante por iniciativa de ella para quitarle la camisa a Alfonso, una camisa tan ajustada que le marcaban considerablemente los pezones que ahora desnudos eran bordeados por la lengua de Claudia, aquel acto tan sólo cesó unos segundos, los mismos que tardaron los velludos y varoniles bazos en desnudarla completamente de cintura para arriba descubriendo sus pequeños pechos de erectos y punzantes pezones. Volvió a recorrer el torso desnudo de Alfonso pero ahora este tomó la iniciativa, ahora era él el que se perdía por las dunas de su pecho, el que bordeaba los punzantes pezones, el que los mordisqueaba y estiraba suavemente. Cada uno imitaba la iniciativa del otro hasta que la mano delicada y femenina de Claudia se introdujo entre los pantalones que contenían la libertad de aquel exagerado bulto que al rozarlo desde dentro se estremeció. Cuando estaba excitada le gustaba llevar la iniciativa, le gustaba creer que era ella la que dominaba la situación, pero lo que más le gustaba era tener a un hombre como objeto sexual, dominarlo hasta llegar al orgasmo, después de eso, era ella la que se sometía a la milenaria e injusta autoridad machista. ( Tan injusta como lo sería la feminista).

El exagerado bulto seguía los pasos de la dominante mujer que le condujo al sillón, una vez allí le quitó el cinturón enroscándoselo en el antebrazo, acto seguido le desabrochó el pantalón que descendió sin ayuda por las piernas del hechizado cuerpo de Alfonso que habría olvidado su mentira sino llega a ser por las palabras de Claudia. – Vale, me quedo, pero sólo un rato más- Aquellas palabras no eran la que Alfonso esperaba, pero no estaba muy concentrado a estas alturas para seguir con el guión, por lo que decidió someterse exclusivamente a la dominante pasión de Claudia.



                                                                                                                 16

Estaban de pie ante el sillón, ella con el cinturón enroscado en el antebrazo y él con una ridícula y cómica postura que le daban los pantalones bajados por los tobillos, a pesar de ello seguía lamiendo y acariciando sus pechos hasta que una vez más la iniciativa de Claudia le interrumpió dándole un leve empujón que sirvió para que el hechizado hombre cayera automáticamente sentado en el sillón, en esa postura Alfonso se descalzó y por fin se desprendió de los pantalones mirando atento como se desenroscaba el cinturón por el antebrazo disolviendo una espiral en circulares movimientos. Después de quitarse los pantalones y por las prisas que el producía el instinto, Alfonso desbrochó los pantalones de Claudia que al revés que los suyos sí que necesitaron ayuda para descender a los descalzos pies de la dominante mujer que ahora sólo se quedaba con aquellas braguitas rosáceas que adivinaban su hinchado sexo.

El cinturón que ya totalmente estirado se agitaba como si de una serpiente de cuero se tratase, pasó a ser una prolongación de los brazos de la excitada mujer que aún se mantenía en pie y entre las piernas de Alfonso, el cual permaneció sumiso cuando sintió deslizarse el cinturón sobre su cuello, rodeándole y ejerciendo un fuerza sobre él que lo llevaba directo al sexo que se dejaba notar entre las rosáceas y húmedas braguitas. Las grandes manos de Alfonso se paseaban lentamente por los labios carnosos del sexo que mojaba aquellas braguitas, proporcionando un olor que lo excitaba demasiado como para seguir siendo paciente, así pues pasó a la acción bajando delicadamente las braguitas empapadas, empezando a quitarlas con los dientes y después con las manos dejando al descubierto el sexo carnoso y parcialmente rasurado. Siguió con las suaves caricias que producía intensos gemidos en Claudia, la cual soltando definitivamente el cinturón cogió a Alfonso del pelo y, guiándolo con cierta brusquedad ( aunque en realidad comprendida), le dio a probar el suave elixir femenino. No cesaba aquella presión que ejercían los brazos de Claudia, que movida por los impulsos del placer agitaba sus caderas en movimientos circulares flexionando las rodillas. Alfonso, ya ebrio por el caliente elixir femenino, siguió con suaves caricias que esta vez terminaban penetrando, primero lento y después rápidamente por el sexo de Claudia, mientras deslizaba su lengua como en una pista de patinaje por el monte de Venus parcialmente rasurado. Todo aquello le producía un placer que se reflejaba en su mirada que por momentos quedaba blanca, y en aquellos gemidos que brotaban desde sus profundidades entre obscenidades que nadie podría jamás pensar que salieran de la boca de una chica tan dulce como aparentaba ser Claudia.


                                                                                                                 17

Minutos después alcanzaría su primer orgasmo de la noche acelerando cada más los circulares movimientos de sus caderas, y forzando aún más la flexibilidad de sus rodillas, así como la presión que ejercía sobre la cabeza de Alfonso hacia su sexo. Tras aquel explosivo orgasmo se inclinó hacia el origen de semejante placer para tumbarlo en el sillón cama que compartían con la destripada mochila, la cual terminó tirada en el suelo envuelta con la ropa que ambos se habían quitado. Una vez tumbado y acomodado, Alfonso se dejó desnudar (ya completamente) por Claudia, que utilizó la misma manera con la que le habían desnudado a ella, empezó a quitarle los calzones con los dientes y terminó con las manos deslizándolos con una lentitud que contrastaba con el impulso del catapultado pene hacia la libertad, una libertad que llevaba tiempo esperando.

Probó el sabor de su sexo en la boca de Alfonso mediante largos y apasionados besos a la vez que gesticulaban frenéticamente el acto sexual. Después y volviendo al origen de la excitación, Claudia recorría el cuello de Alfonso lamiéndolo y mordisqueándolo lentamente hasta llegar a la oreja, en la que siguió susurrando obscenidades que aceleraban el deseo de Alfonso por penetrarla. Tras aquel jadeante recital, inició su descenso por el torso desnudo y humedeciendo con su lengua cada musculo perfectamente moldeado de Alfonso, así hasta estremecer de nuevo la pasión erecta, que hacía unos instantes, había salido catapultada de su prisión textil para gozar de su esperada libertad, y en la que ahora resbalaba saliva a causa de la profunda felación.

Ya con el pene totalmente erecto y la vagina perfectamente lubricada, Claudia avanzó de rodillas para alcanzar el preservativo que Alfonso había sacado del bolsillo del pantalón, esta se lo puso y, finalmente, ancló en la pasión erecta en la que cabalgó incesantemente hasta conseguir su segundo orgasmo, el cual mediante agitados espasmos y gemidos produjo la eyaculación de Alfonso, produciéndole a la vez una rigidez en todo su cuerpo que duraría segundos.

Tras el acto sexual, la rigidez y el sudor se evaporaron entre susurros de Morfeo que consiguieron adormecer a Claudia en el calor de los brazos de Alfonso, que aunque normalmente en estas circunstancias era el primero en alcanzar el sueño, en esta ocasión se mantenía despierto por los influjos de 




                                                                                                                18

la cocaína, relajado y satisfecho por la efectividad del manipulador guión, pues a grades rasgos intuía lo que pasaría al día siguiente, y era sin duda, lo que pretendía que pasara, lo que haría que Claudia se quedara a su lado, y todo ello se lo tenía que agradecer al guión. Con aquel presentimiento de haber conseguido la estancia permanente en su hogar (“en su puto hogar”) de Claudia, alcanzó también el sueño entre la voz de Morfeo, el silencio.

               

































                                                                                                                19

                                                        4

Daniel, cabizbajo y solo levantando la mirada de vez en cuando para ver el espectáculo que ofrecían preciosas prostitutas en la barra de baile americana, seguía bebiendo el whiskey que silenciosamente le servía Claudia. La camarera, que a pesar de que llevaba sirviendo a los mismos clientes desde que Alfonso se hizo con el local, no había visto jamás a nadie tan obsesionado por una de sus chicas como lo estaba Daniel.

Los pocos clientes que había aquel día, rompieron en sonoros aplausos y silbidos al fin de la actuación, Claudia miro tal alboroto sonriendo y acompañó los aplausos. La prostituta, que mostraba grandes síntomas de agradecimiento, pasó un paño por la barra en la que hacía unos instantes captaba las miradas (sobre todo mientras se quitaba el sostén) de aquellos ruidosos hombres que ahora volvían a sus vasos esperando (algunos silenciosos y otros hablando generalmente de política), la próxima actuación para elegir en aquel escaparate carnal con cual tendrían sexo. Fue entre aquel débil murmullo que rellenaba el espacio entre actuación y actuación cuando la puerta que daba a la calle se abrió. Tras ella apareció una hermosa chica seguida de un musculoso hombre de color. Aquel musculoso hombre era Richard, un secuaz del Bocanegra, que se encargaba de acompañar a  las chicas en su salidas al exterior, cuando ninguna chica salía, ocupaba el puesto de portero sentado en una banqueta junto a la puerta o rondaba por el local con los demás porteros, en aquella ocasión se sentó.


Claudia pronto captó la presencia de la hermosa chica que se dirigía a ella quitándose las gafas de sol dejando así, descubierta su mirada esmeralda.-Hola Claudia, ya estoy aquí; siento el retraso.- La camarera la miró y apuntando la hora de llegada de la hermosa chica, le advirtió de la espera de Daniel – te está esperando tu apuesto galán- dijo con cierto sarcasmo y señalando al galán en cuestión. La hermosa prostituta le miró, y pronto reconoció la borrachera de aquel hombre que la esperaba cabizbajo – dame las llaves de mi cuarto- dijo la prostituta guardándose las gafas de sol en el 




                                                                                                                  20

gran bolso. Claudia dio media vuelta, cogió una pequeña llave enganchada a un llavero con la alegoría de Aries y se la entregó; no sin advertirla de los cotilleos que flotaban por La Sirena y que se estaban empezando a divulgar por el pueblo, porque después de todo era un pueblo, y en un pueblo vuelan más rápido las noticias que los aviones, y si esas noticias tienen un carácter negativo para el afectado, más rápido que la luz se podría llegar a decir.-No sé que pretende Daniel contigo, pero si intenta algo fuera de lo normal me lo debes decir, ¿entendido?- A la prostituta le cambió el rostro – ¿qué quieres decir?- Claudia salió de la barra y se acercó a la prostituta para susurrarle al oído- ¿no te has enterado? La gente está empezando a decir que Daniel y tú estáis enamorados- La prostituta al oír tal cotilleo se echó a reír- ¿Qué, yo enamorada de Daniel? ni en sueños Claudia, él sí lo está y lleva varios años haciéndomelo saber.- Claudia ya había sido informada por la prostituta en varias ocasiones del amor de su cliente hacia ella, también sabía que la prostituta aparentemente no sentía nada por él, pero le parecía oportuno dejar la cosas claras y recordárselas de vez en cuando como lo hacía con susodicho cliente.

Daniel, seguía esperando cabizbajo a la prostituta, pues no se había percatado ni de la entrada ni de la presencia de esta hasta oír aquella risa. Levantó la cabeza y busco con la mirada el origen de aquella risotada que le era realmente conocida, al hacerlo, la luz negra que salía bajo la barra le impregnó el rostro de un color morado que se perdía entre sombras faciales,  «Malena». No sin esfuerzo, recuperó la postura y alzó el brazo para llamarla desde lejos-¡Malena!- La prostituta miró al ser llamada; pero también lo hicieron sin ser llamadas las demás prostitutas que coqueteaban con los pocos clientes, incluso Claudia y Richard le miraron, sólo que estos con desprecio.

-Te llama tu galán- dijo la camarera inclinándose de nuevo a la oreja de Malena- ve con él, pero recuerda, tienes una deuda con nosotros ¿verdad?
- Sí, Claudia.
-Y si no la cumples, sabes lo que te pasará ¿verdad?
-Sí, Claudia- volvió a afirmar Malena.
-Pues venga, ve con él, y ya sabes, si intenta hacer algo fuera de lo normal, ya sea contra Alfonso ,contra Arturo o contra mí, o contra cualquiera de las chicas incluyéndote a ti, o... que te quiera sacar del local, ya sabes me lo avisas en cuanto pase, ¿entendido?



                                                                                                                21

No hubo tiempo para otra respuesta afirmativa de Malena a las advertencias de Claudia, pues Daniel se aproximó a ella tomándole poderosamente sus caderas.

-Os dejo solos, que creo que tenéis cosas por hacer- Dijo Claudia volviendo a tras la barra.
-Hola Daniel, cariño, ¿has esperado mucho?- Malena sonreía como si fuera una estrella de cine.
- Hola, sí, la verdad es que me has hecho esperar bastante,- dijo Daniel intentando besarla- pero merece la pena.
-No, aquí no, sabes que abajo no me puedes besar, eso ahora, en la habitación.- dijo Malena con un acento que rozaba lo infantil y lo erótico, mientras posaba su dedo en la boca de Daniel- Te aseguro que habrá merecido la pena tu espera.
-Estoy convencido de ello.
-¿quieres tomar algo?- dijo prostituta señalando la barra.
-¿Tú crees que estoy para tomar algo?- Se acercó a la barra y trajo su vaso medio lleno- además todavía tengo combustible- La mano de Daniel bajaba lentamente por las nalgas de la prostituta, que rápidamente comprendió el ardiente deseo de su cliente por subir a la habitación.
-Está bien, voy a la habitación a ponerme cómoda y a ordenarla un poco, sube en diez minutos- Dijo enseñando la llave de la habitación.
-No hace falta que te arregles ni ordenes la habitación, ¿para qué?- soltó una carcajada y cogió el llavero con la alegoría de Aries- Que curioso, mi hijo tiene uno igual, ¿es tuyo?
-No seas travieso- dijo con aquel peculiar acento que rozaba lo infantil y lo erótico-sí, el llavero es mío, soy Aries.-De nuevo se apoderó del llavero.
-Entonces has cumplido años hace poco, ¿verdad?

Malena contestó con un coqueto guiño, se despegó la mano de sus nalgas, y con un andar tremendamente provocativo subió los peldaños que la llevaban al piso superior en donde tenía su propia habitación.

Mientras tanto Daniel la esperaba sentado en la barra, bebiéndose aquel whiskey, e incluso le dio tiempo pedir otro. Pasados los diez minutos se levantó de la silla impaciente por subir a la habitación, cuando entre el murmullo y la música que daba comienzo a un nuevo striptease, oyó una voz a su espalda.



                                                                                                                 22

-Hola Daniel, de nuevo por aquí- dijo la voz rápidamente conocida por el impaciente cliente. Daniel se giró y corroboró sus sospechas, era Arturo, al cual sin hacerle caso le volvió a dar la espalda para pedir la cuenta de lo que había bebido -lo de Malena se lo pago a ella- aclaró. Volvió a clavar la mirada en la de Arturo, que aunque seguía en la misma postura, esta vez lo hacía con una sonrisa dibujada en el rostro, sonrisa que se agrandó considerablemente cuando le tendió la mano. Daniel, que no estaba por la labor de corresponder al gesto afable, dio la última calada del cigarro y lo aplastó con un fuerte pisotón mientras seguía mirando a Arturo con una mirada cargada de rencor. Al descifrar aquella mirada, Arturo retiró la mano sin dejar de sonreír hasta que Daniel expulsó el humo de la última calada sobre su cara, después de aquello, su rostro cambió.« Maldito hijo de puta» pensó Arturo mientras veía impotente como Daniel subía las escaleras. Una vez le perdió de vista se sentó en una banqueta viendo como Claudia salía de la barra y se acercaba. -Hola Arturo, ¿Qué tal en el almacén?- Dijo tras besarle las mejillas. Arturo sin dejar de ver a la prostituta que se movía en lo alto de la barra con movimientos inhumanos, la besó - bien, mamá, un poco liado con un gran pedido que viene de la ciudad- dijo sin apartar la mirada a la prostituta que se preparaba para quitarse el sostén- unos buenos clientes- sonrió a la vez que se le abrían los ojos como platos al ver tal espectáculo. –eso está bien hijo, ¿Alfonso está allí verdad?- El chico que mantenía la mirada adherida a la barra afirmó la pregunta de Claudia- si, papá todavía sigue allí.

Claudia dio terminada aquella conversación con características un tanto extrañas para una madre y un chico de su edad, por no hablar del escenario en el que concurrió la conversación.

En el piso de arriba, Daniel se posaba frente a la cárdena puerta en la que colgaba una dorada figura que identificaba la habitación, el número cuatro. llamó dos veces y cuando se dispuso a llamar la tercera, la puerta se abrió produciendo un lastimero alarido proveniente de las bisagras.  









                                                                                                                 23


                                   5

Un largo pitido había dado fin a una dura jornada en la fábrica, a pesar de ello, Eduardo seguía empaquetando cajas –Eduardo, ya ha tocado, te puedes ir- le dijo el encargado- buen fin de semana-. El chico obedeciendo aparcó la carretilla eléctrica con la que transportaba los pesado pedidos       -muchas gracias don Manuel, también le deseo buen fin de semana, nos vemos el lunes- Manuel, satisfecho por la cortesía se introdujo con una leve sonrisa en su despacho, allí pasaría al menos una hora más.

Eduardo, no con paso lento se dirigió a su taquilla, una vez allí se enfundó en una vieja chaqueta y cogió el paraguas que hasta ahora, hoy había sido inutilizado; después caminó hasta la puerta y se quedo mirando a un gran mural con docenas de fichas, localizó la suya, la introdujo en una ranura que se abría bajo un antiguo reloj y fichó. « Por fin libre » se dijo.

Al abrir la puerta pronto comprendió que en aquella ocasión sí que necesitaría abrir el paraguas para no mojarse, pero cuando se dispuso a desplegarle sintió que le llamaba una potente voz -¡Eduardo, espera!- aquella voz le hizo girarse y al hacerlo vio a un chico de veintitantos años con paso acelerado - hola Raúl, creía que era el último- dijo convencido.
-No, aún no, todavía queda un fiel trabajador- dijo esta vez entre una voz jadeante y una burlona risa- ¿está lloviendo?
-Sí, está lloviendo y mucho más de lo que ha llovido por la mañana- aseguró apartándose de la puerta para que Raúl lo pudiera ver con sus propios ojos- y parece que va a estar así lo que queda de tarde y toda la noche.
-¿Ha venido alguien a recogerte?- dijo asomando la cabeza por la puerta- porque así no puedes ir al pueblo.
-Me temo que no,- dijo señalando el paraguas- iré andando.
-¿Andando?
-Sí, no es la primera vez que me voy andando…
-Pero te vas a empapar,- evidenció- ¿quieres que te lleve?
-Si eres tan amable…
-Por supuesto, además me pilla casi de camino.




                                                                                                                 24

-Tampoco te quiero entretener.
-No seas tonto, si me pilla cerca, además, hoy no tengo clases de inglés.

Los dos corrieron bajo el cobijo del paraguas hasta el coche que intuitivamente Raúl aparcó cerca de la puerta. Ya subidos, el conductor arrancó el motor del Renault Laguna sin problemas, metió la primera marcha y salieron a la carretera antes de darse cuenta de lo vacío que llevaba el deposito
-Por cierto Eduardo, no tienes prisa ¿verdad?
-No- aseguró el copiloto- ¿por qué lo dices?
-Es que tengo que parar a repostar en la gasolinera que hay a pocos kilómetros de aquí, y tardaremos algo más.
-Tranquilo, de todas formas llegaré a mi casa antes de lo que creía- dijo quitando importancia al repostaje- además llegaré seco que eso es algo con lo que no contaba- finalizó entre risas.
-De acuerdo, entonces el único inconveniente es que la gasolinera está dirección opuesta, camino a la ciudad.

El Renault Laguna se apartó a la ancha cuneta con la intención de cambiar el sentido de la marcha y recorrer la carretera que llevaba a la ciudad. Habían recorrido un par de kilómetros de aquella carretera plagada de oscuros parches de alquitrán, (suficientes para contar tres perros atropellados) cuando el intermitente derecho del Renault Laguna parpadeó iluminando así, su intención de desviarse por la vía de servicio que se abría a la derecha y que recorrió durante algunos metros más hasta llegar a la gasolinera.
-Ya  hemos llegado, si quieres espérame aquí- dijo el conductor quitando las llaves de contacto- no tardaré mucho.

El copiloto sin mediar palabra afirmó con un gesto de aprobación. Ya solo en el coche, Eduardo exploró la guantera y el cenicero (en el que sólo había algunas monedas), y aunque su curiosidad no quedó del todo satisfecha, cesó su exploración al oír la penetración del boquerel en la boca del depósito de combustible que a su vez dio inicio al habitual dialogo entre gasolinero y cliente, dialogo que Eduardo estuvo observando desde el espejo maniatado por su cautelosa e impaciente quietud que duró apenas segundos, pues rápido apartó la mirada para mirar el acuoso alrededor que 




                                                                                                                25

abrazaba a la gasolinera. Pronto le llamó la atención el pobre iluminado del único local que allí descansaba sin contar la gasolinera. Miró la cárdena fachada no sin fijarse en el único movimiento que se apreciaba en ella, una persiana se bajaba con tal lentitud que le dio tiempo a apreciar dos siluetas tras las cortinas. Ya bajado el telón que daba por finalizado (al menos para él) el teatro, siguió rastreando la fachada con la mirada hasta topar con un letrero pintado que decía “club” con unas letras amarillentas iluminadas por la escasa luz que daba un foco. Volvió a mirar a la persiana que se había bajado segundos antes y que se encontraba en la esquina superior derecha del edificio, nada, no había cambios, el telón seguía bajado. Tras aquella frustración que le produjo el fin del espectáculo, siguió rastreando las demás ventanas en busca de alguna función, pero aunque las restantes ventanas tenían la persiana subida, no mostraban espectáculo alguno, sólo un fondo de oscuridad se apreciaba en sendos escenarios, tres escenarios que a lo largo de la tarde habían acogido similares funciones, tan distintas a la vez, de la que acababa de empezar y que a pesar de ser latente al público traería considerables consecuencias. Una nueva luminosidad, esta vez parpadeante, le llamó la atención a Eduardo, obligándole así a posar la mirada en un letrero que se balanceaba levemente, en su interior, unas letras rojizas daban forma al nombre del local sobre un fondo blancuzco: “La Sirena”. Su mirada inquieta digna de un curioso de elevado nivel pronto se deslizó entre otros contornos ajenos al parpadeante letrero, pasando desde la puerta del local que se acababa de abrir saliendo por ella un hombre de color, hasta el parking que albergaba los pocos coches que mojados esperaban cual perro fiel a sus propietarios, fue entre ellos donde se llevó una sorpresa que desnudó su curiosidad para vestirla de temor. Aquel cambio de actitud se produjo al ver escoltada entre varios vehículos una C 15 con varios síntomas que delataban su antigüedad y la falta de cuidado por parte del propietario, aquellos síntomas le llevó a la conclusión de que aquella vieja furgoneta era la de Daniel; a pesar de que la distancia no le permitía corroborar sus sospechas, a cada segundo que pasaba su intuición sí lo hacía. Se esforzaba por descifrar la matrícula que a esa distancia era ilegible, cuando Raúl abrió desde fuera la puerta del conductor, aquello sobresaltó a Eduardo de tal forma que no pasó desapercibido por Raúl.
-¿Te he asustado? - dijo Raúl mientras cerraba la puerta del Renault Laguna- espero no haber tardado mucho- se disculpó ahora arrancando el 




                                                                                                                 26

coche.
-No, no has tardado mucho- dijo Eduardo intentando descifrar la matrícula de la vieja furgoneta a la vez que hacía caso omiso a la pregunta.
-He comprado chicles ¿quieres?- ofreció masticando exageradamente.
-No, gracias.
-¿Qué estás mirando?- preguntó intrigado Raúl.
-¿Yo?...eh…nada, nada.
-¿Estás bien?- quiso saber el intrigado conductor que ya había puesto en movimiento el coche.
-Sí…

Habían avanzado apenas unos metros tras la dudosa afirmación cuando Eduardo hizo que Raúl parara el coche, este bajo su asombro le detuvo.
-¿Seguro que estás bien?- preguntó ahora preocupado.
-Sí, ¿te puedo pedir un favor?- dijo Eduardo apartando por fin la mirada de la vieja furgoneta para clavarla en los ojos de Raúl.
-Claro, dime en que te puedo ayudar.
- ¿Podrías pasar por aquel local?
-¿Por La Sirena?
-Sí, por favor- contestó Eduardo.
-¿Tan mal estás desde Ariadna?- dijo Raúl con un toque sarcástico.
-No, no es eso- dijo Eduardo a la vez que se le estremeció el corazón con sólo oír aquel nombre- ¿me puedes acercar?
-Sí,- afirmó el sorprendido conductor que volvió a poner el coche en movimiento para después girar a la derecha- pero si no es por la ausencia de Ariadna, por así decirlo- aclaró- ¿por qué quieres ir a La Sirena?- quiso saber.
-Es que creo que he visto el coche de un amigo en el parking-mintió con lo primero que se le vino a la mente.
-¿Pero vas a entrar?











                                                                                                                 27


                                                        6

Hacía una mañana espléndida en la que todavía no asfixiaba el calor propio de un día veraniego como lo era aquel, a pesar de aquello la joven pareja seguía sumergida en un profundo y placentero sueño, uno abrazado al otro en aquel sillón cama; barnizados por la luz solar. Todo era silencio en el hogar, la tranquilidad flotaba en el desorden heredado por la pasión de la noche anterior. 

Abajo, en la calle, todo era distinto, la gente caminaba de un lado a otro, compraba en la panadería, paseaba al perro, o iban camino de cerrar un negocio. Este último caso era el de Lorenzo, el cual aún era propietario del hogar en el que la joven pareja dormía. Era un hombre elegante, siempre bien vestido desde los pies hasta el cabello engominado (excesivamente engominado), de lo uno a lo otro no había mucha altura, pues era un hombre bajito y rechoncho, tenía también un gran bigote que denominaba seriedad y autoridad que no era desapercibido por nadie que caminara a unos metros de él. Y así, trajeado, caminaba con paso firme por la acera sosteniendo en la mano derecha una carpeta negra y con la otra mano erizándose el gran bigote. Se paró en un portal colindante con la panadería, miró a su alrededor y pronto vio la vieja Rieju de Alfonso comprendiendo así, que estaría presente en su hogar (en su puto hogar), para firmar el contrato de alquiler. Con aquella percepción y sin dejar de erizarse el gran bigote, buscó un botón entre aquella jauría de botones alineados que formaba el portero automático y llamó.

El silencio cual niebla espesa reinaba por los rincones del nuevo hogar ocultando a la vez la inquietud mundana, silencio que fue desterrado por el gemido punzante del portero automático que Lorenzo accionaba desde el portal. Aquella punzada que deshinchó el silencio despertó al mismo tiempo a Claudia que sobresaltada miró por todos los lado en busca de un reloj -maldita sea, me quedé dormida-  y mirando a su izquierda donde Alfonso seguía dormido se corrigió- nos quedamos dormidos-. Al pasar su primera noche y al ser su primer despertar no sabía en un primer momento 





                                                                                                                 28

muy bien de donde procedía aquel insistente ruido que había conseguido despertarla. Pasados unos segundos y ya algo mas espabilada se percató de que aquel ruido venía del telefonillo del portero automático con lo que decidió despertar a Alfonso - ¡despierta!- gritaba balanceándolo de un lado para el otro- ¡despierta Alfonso, llaman al timbre!- Alfonso que aunque se había despertado a causa de aquellos bruscos balanceos de Claudia tenía un pie en el dulce y placentero mundo del sueño se quejaba de aquel inoportuno y violento despertar -voy…¿ pero a quien se le ocurre llamar a estas horas?- Claudia que se batía en un duelo feroz con sus pantalones en los que solo había introducido una pierna alertaba al desnudo durmiente      -¡¿ a estas horas?! ¡son las once y treinta y ocho de la mañana! ¡ y levántate que ya han llamado varias veces, debe de ser algo urgente!-. Alfonso al oír la desesperación de Claudia se puso en pie y se asomó por la ventana para ver quien insistía tanto en llamar- ¡buenos días Lorenzo, disculpe usted pero es que estaba en la ducha, ahora mismo abro!- se dirigió desnudo y trotando entre afirmaciones del erecto pene ( Alfonso siempre se despertaba con el pene erecto) al telefonillo para pulsar el botón que abría la puerta del portal para después vestirse de cintura para abajo rápidamente. Fue ya vestido cuando fue al encuentro de Claudia que se encontraba en el baño:
-¿Las doce menos veinte?
- ¡Sí!- respondió Claudia haciéndose una coleta fugazmente.
- También podrías haber abierto para que no tuviese que esperar Lorenzo abajo, o por lo menos para decirle que enseguida abríamos-. Tres golpes consecutivos y en tono ascendente sonaron desde la puerta.
-¡¿Cómo?!- se indigno Claudia- ¡son las doce menos veinte, tendría que estar trabajando desde hace cuatro horas! y además mis tíos deben de estar preocupadísimos y cabreados a estas horas porque, ya no solo iré tarde a trabajar al bar, sino que ni siquiera he ido a dormir a mi casa ¡ y todo ello sin avisar!- dijo Claudia alzando la voz a cada paso que Alfonso daba dirigido hacia la puerta para recibir a Lorenzo.

-¿Riñas de pareja?- dijo el hombre excesivamente engominado.
-Sí, Lorenzo.
-Se oyen los gritos desde la escalera. Si mi visita es inoportuna me puedo pasar en cualquier otro momento, no hay problema.
-No, no,- insistió semidesnudo Alfonso- pase usted.





                                                                                                                 29

El bigotudo Lorenzo no sin antes agradecer la cortesía entró en la desordenada morada- vaya, veo que ha sido una noche movida- y sonriendo se quedó inmóvil esperando la invitación del cortés Alfonso que le ofreciera asiento-