La inocencia de la costumbre
y el tiempo nos arruga el alma
que perece en la mansedumbre.
El miedo come de tu palma.
Tan solo perseguía un ideal
en el silencio de un remanso,
una secuencia inmaterial
por la que luché sin descanso.
¿Acaso somete a la mar
el propio romper de las olas?
El drama de vivir sin soñar
es dejarse morir a solas.
Remar aun a contracorriente
en la sempiterna espiral
que engulle mi última derrota...
Tan solo perseguía un ideal.
© Rubén Suárez Valverde