Su último latido fue para nosotros,
su última mirada para su mujer
(bella…como fueron todas sus miradas)
y su última palabra la ahogó el silencio,
un silencio roto por los alaridos
y mojado por lágrimas de cristal
que caían en su desnuda y perlada frente.
¡Ángeles, mi abuelo se fue con vosotros!
Se fue su alma y se quedó el cuerpo presente
en aquel frio escaparate de la muerte
rodeado de coronas rojas y blancas
(Saben de sobra que hablo del tanatorio)
Allí se rezaba un rosario por su alma,
allí le dimos su penúltimo adiós,
nos respondía con una sonrisa de hielo
(Quizás sabía ya que le subían al cielo).
Anunciaban las campanas a el difunto,
mas tañidas por la Virgen de la Paz
(Patrona de Santa Cruz de Retamar)
¡oh Virgen, que mi abuelo descanse en paz!
Camino al cementerio,(su último paseo)
fue llevado a hombros por sus queridos nietos,
cuatro nietos rumbo a su descanso eterno.
Venían detrás cuatro nietas y tres hijas
dejando tras de sí una estela de lágrimas.
Ya frente al lecho (solo carnal) de mármol
el sacerdote mandaba du descenso.
Ahora, ahora si le dimos su último adiós.
Tras el pésame solo silencio…amén.
Rememoraste un adiós emocionado y recuerdo de su sonrisa helada, ésa que se nos queda grabada en el alma...
ResponderEliminarSabes Ruben, todo esto que plasmas en tus versos lo he vivido no hace mucho con mi padre, es tal cual lo escribes, las emociones son paralelas llegando al corazón y reteniendo en nuestra retina cada momento vivido. Sólo decirte que tras el silencio del adiós, queda la sonrisa cálida al recordarlo en sus mejores actos.
Un beso.
si, me queda su sonrisa, su ultima sonrisa, se llama sonrisa de hielo por que mi abuelo murió sonriendo a pesar de llevar 17 años con alzheimer y así se fue..sonriendo
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